29.1.23

PINCELARTE (LAS BELLAS ARTES III)

El oro siempre nos importó demasiado, 
y la gravedad, tampoco. 

Veo personajes flotando a su antojo, 
vistiendo atuendos rojos, 
portando libros sagrados. 
Sus gestos, las manos, la punta de los ojos, 
señalando algo: 
un atajo al acento. 

Hay objetos en el suelo, en completo desorden. 
Un festejo bélico, un conflicto majestuoso, 
y los artistas, siempre en el medio, 
frente a ángeles negros y órbes misteriosos, 
con serpientes en el pelo, amuletos 
y pájaros en los talones. 

El Greco: magnífico 
contrastante 
esotérico. 
Dramatismo 
fuera de tiempo. 
Milagros de luz, sucediendo, 
sin restricciones. 

En un momento, 
un beso de reconocimiento: 
el renacer del sentimiento, en el encuentro. 
Cuerpos de acero blando, en movimiento, 
dentro de un escenario anti-estático, 
sugiriendo 
una noción del dinamismo alcanzado, 
en aquel entonces. 

Algunos cielos parecerían pintados...
Quizás, lo fueron. 

¿La importancia del pincel, está en sus actos 
o en sus efectos? 

Lo bello del arte es que 
cada quien aprecia lo que gusta, 
percibe lo que puede, 
y comparte lo que quiere. 

Los colores, complementan. 
Texturas, relieves, suaves 
sutilezas. 

Flores adornando bibliotecas, 
flores demasiado bellas que probablemente,  
nunca veré de cerca. 

A partir de es(t)as épocas, 
considero un hecho irrefutable 
que se puede alcanzar la inmortalidad: 
porque las musas atravesaron los lienzos, 
con simplemente una pose o un mirar, 
tan singulares.

Me lo dijo al oído Mozart, 
(a través de los auriculares), 
que hay detalles que son dignos de buscar, 
innumerables veces, 
hasta después del final. 

Contemplo la transformación temporal: 
de la intención minuciosa, cerebral, 
de la estructura y definición, 
a la extensión de la pura sensación, 
sin ornamentaciones. 

Hay un tesoro en el trigo. 
Hay un trazo diferente, diría desprolijo, 
pero definitivamente atractivo. 
Hay también, jarras con vino, 
esparcidas en múltiples reuniones, 
entre aliados y enemigos. 

En este nuevo paseo por el museo, 
estoy recibiendo y admirando, 
cada trazo 
de los grandes maestros, 
los que trascendieron, enteros, 
a través de los años. 

Tengo la extraña sensación de estar 
siendo parte de algo, 
como en un ciclo, 
como dándole un sentido adicional a una obra, 
que se sigue pintando a través de la historia, 
sobre el mismo lienzo, 
en distintos dialectos, 
pero con la misma trayectoria:
hacia adentro.


Al Museo de Bellas Artes. 
Creo que este es uno de mis lugares favoritos, aunque no lo visito tanto como quisiera, capaz es una manera de que cada paseo tenga su magia, su encanto, por extrañamiento.
Hay obras que se repiten, pero en las que encuentro más detalles, como en esos buenos libros, a través del paso de los años.
Siento una profunda admiración por el llamado arte pictórico más "clásico". Aunque la palabra "clásico", le queda chico, ante tanta manifestación de talentos y rebeldía, también. Hallo una riqueza en esas "postales" de otras épocas que todavía no logro comprender. 


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